¿Revivió Anabel Ávalos Zempoalteca, la relación política con su ex patrón el gobernador Mariano González Zarur, aceptando la secretaría general del PRI?

Es la pregunta del momento.

Se supone que la ex secretaria de Gobierno, renunció al marianismo y no solo al puesto ejercido casi en calidad de utilería, estrangulada por el secretario de Finanzas, Ricardo García Portilla, el verdadero responsable de la ingobernabilidad en Tlaxcala, al cortar todo suministro económico a dicha instancia, hasta que Anabel tronó y decidió romper con Mariano.

Hoy la vemos a lado de Arnulfo Arévalo Lara, asumiendo la dirigencia estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI), como parte de una maniobra con varias señales:

1.- El rompimiento de Ávalos con Mariano, llevaría a la primera a buscar cobijo con su gran amiga y mentora, Beatriz Paredes Rangel, a quien aquella separación permitió asegurar el manejo de su partido en Tlaxcala, mediante un esquema muy parecido al conformado por Ubaldo Velasco –una especie de patiño en la presidencia- y Blanca Águila Lima, la secretaria general que ejercía el verdadero poder en el PRI.

2.- Algo tienen en común personajes  de la talla de Arnulfo Arévalo y Ubaldo Velasco: la mediocridad; pero ahí donde usted los ve, son piezas fundamentales para abrir el camino a las mujeres en este sistema anti género, encabezado por el macho-manchis, el misógino mayor.

3.- Originalmente, el macho-manchis quería a su subordinada, a su incondicional, a su esclava Anabel, haciendo proselitismo interno en el partido para doblegar al espantoso beatricista, Fermín Sánchez Varela –otro sujeto con extraordinario parecido a Arévalo y Ubaldo, nada más que con una expresión permanente de pitbull, dispuesto a morder si no le daban hueso- mas no contaba con la acción del cuenta chiles, el secretario de los zapes, y su labor desgastante ejercida junto con otros dos funcionarios de, “lujo”, el secretario xoloescuintle (Temoltzin) y el subsecretario técnico (el remedo del Che).

En las manos de ese trío tronó el plan del señor manchis para recuperar al PRI.

Al paso de las semanas, se hizo realidad la dupla a la que veía factible para dirigir al partido; con una ligera variante: ya no controla a Anabel.

La mano de Beatriz en esta farsa puede verse con la dimisión ordenada a Fermín, quien dejó de mostrar a Mariano los chicos colmillotes de perro embravecido y, ahí lo tiene usted, de paje (o maje) durante el registro de la planilla única, ante una mesa receptora, como dicen los chavos: de güeva…

Y el engaño –raro en Beatriz- consiste en vendernos la idea de que Anabel volvió a ser sumisa con Mariano. Algunos lo creen. Otros, mejor informados, profundizan (aunque aquí entre nos, las solemnidades del PRI son como una infección intestinal para las nuevas generaciones de políticos).

Para Anabel (Beatriz) no vale la pena el desgaste de un proceso interno en el partido. Así que nuevas reglas son vigentes entre partido y gobernador:

1.- Mariano hace y deshace el gabinete. Comete el exceso de cerrar las puertas a los priístas (sobre todo a los beatricistas) y hasta se da el lujo de consentir las burradas del secretario de los zapes… mírelo devolviendo 46 millones de pesos a la Federación, porque la recaudación fue menor (se acuerda de las tremendas filas en Finanzas); coloca a gente sin perfil en instancias como Copladet y SSP, y nadie en el partido tiene voz para reclamarlo.

2.- Ah, pero en el partido las cosas se cuecen de un modo muy distinto a supuesto por el macho manchis. Por eso llega Anabel. Para ejecutar las indicaciones de Beatriz en materia de candidaturas, y a lo mejor para aspirar a una de ellas, tal vez como diputada federal por el segundo distrito, aunque eso estaría por verse, porque en realidad, el proyecto de Ávalos es contender por la alcaldía de Tlaxcala.

Podría concluir en que a más de treinta años de competir, Mariano es incapaz de superar a Beatriz, en el arte de hacer grilla.

Puede usted notarlo. La ex lideresa nacional del tricolor, mueve piezas, aprovecha los errores de su oponente y le asesta tal clase de cachetadas que, a aquél no le queda otra que asumirse en una de las máximas de la tizatleca: “eres tan pen… tan pen… que ni siquiera te das cuenta de los pen… que eres”. Esa, señores es la filosofía de la Paredes.

En cambio, su oponente se anda peleando con todos. Bueno ya imagino las broncas con él mismo cada que se levanta y se ve al espejo… de ahí vienen los temblores (jeje).